20080811

LOS SUCESOS EDUCATIVOS EN EL GOBIERNO DE ISABEL PARTE I

La represión ideologica En La Educación y la Implementacion del Necoservadurismo
El gobierno de Isabel Perón avalo el desarrollo de las corrientes más retrogradas e inauguró un periodo de represión ideologica en Argentina.
La derecha atacó al Ministerio de Educación del doctor Jorge Taiana quien debió renunciar en 1974. Oscar Ivanissevich fue nombrado en su lugar y volvió así a ocupar el mismo cargo que tenía casi 30 años antes. Nombro rector-interventor de la universidad de Buenos Aires a Alberto Ottalagano con quien realizaron tareas de limpieza en el área educativa. La triple A y otros grupos parapoliciales y paramilitares comenzaron acciones que resultaron precursoras de la represión que desataría poco después la dictadura auto denominada :

PROCESO DE REORGANIZACIÓN NACIONAL
La oligarquía, los sectores financieros, los capitales transaccionales y las fuerzas armadas tomaron a su cargo restituir en el país el orden económico, político, social e ideológico, amenazado por el bloque nacionalista popular. Se proponían acabar con la alteración de las normas de vida tradicional y la convulsividad critica de la sociedad como condición para regresar al pasado.
Volver al pasado solo era posible reprimiendo toda manifestación política-cultural progresista, las organizaciones político-militares. El 24 de marzo de 1976 se produjo el golpe de Estado, apoyado por sectores civiles adversos a los cambios. En la trama político-cultural Argentina estaba muy arraigada a la creencia de que el orden autoritario solucionaría los problemas sociales frente a un pueblo mitícamente inculto y haragán, incapaz de gobernarse.
En los años siguientes, la política económica de la dictadura de Jorge Rafael Videla, dirigida por el ministro José Martinez de Hoz atrajo a sectores de la clase media y favoreció al sector financiero.
La represión más brutal actuó contra el movimiento obrero atacando a sus bases económicas y sociales de sustentación y sus expresiones políticas y sindicales y contra el conjunto de las vertientes progresistas y de los grupos revolucionarios.
La dictadura produjo decenas de miles de muertos, desaparecidos, presos y exiliados. Considero a la educación como un campo que había sido apto para el florecimiento de la subversión.
El autoritarismo de Estado y el conservadurismo antiestatísta oligárquico se confunden en este periodo con el amanecer del neoliberalismo; comenzó el estrechamiento del Estado y la privatización de la función pública, el deterioro del empleo público, el desmantelamiento de la industria nacional y la destrucción de la producción cultural propia.

El Personalismo Autoritario y La Educación Para la Seguridad Nacional.

Ricardo Bruera fue ministro de educación de la dictadura desde la asunción del gobierno militar en 1976 hasta mediados de 1977.
Su concepción pedagógica se caracterizo por una bizarra articulación entre libertad individual y represión fundamentada en el PERSONALISMO, que sostenía que la libertad tiene como precio el previo establecimiento del orden, postulaba una modernización educativa donde primaran el conductismo y la tecnocratización del sistema educativo. Se trataba de modernizar la educación incorporando alta tecnología a una red educacional que estaría centralizada y controlada desde instituciones privadas y organismos estatales.
El proyecto de Bruera ofrecía una educación basada en teorías seudo libertarías que se ponían de moda, pero autoritaria y meritocraticas.
El periodo se caracterizó por la clausura definitiva de los proyectos educativos democráticos, por la represión a funcionarios, docentes y estudiantes; por el comienzo del traspaso de las escuelas a las municipalidades. En la caída de Bruera intervino la exigencia de un lenguaje más directamente represivo por parte de las Fuerzas Armadas.
En julio de 1977, la junta militar aprobaba el PROYECTO NACIONAL, incluía Ministro de Planeamiento a cargo del general Díaz Bessone.
Juan José Catalán asumió como ministro de educación en junio de 1977, manifestó que las Fuerzas Armadas no representaban a un sector político sino que eran depositarias de la responsabilidad histórica de revertir a la decadencia y desjerarquización, que vivía el país se refería a las relaciones jerárquicas- entre el patrón y el obrero, el padre y el hijo, el profesor y el alumno- que habían iniciado la destrucción y desintegración social.
Según el ministro la crisis que vivía el país era espiritual y proponía una profunda renovación de nuestros hábitos mentales y una adecuación de nuestras pautas de comportamiento a los valores sustanciales de la cultura occidental y cristiana.
En octubre de 1977 el ministro de cultura y educación de la nación publicó un documento de circulación restringida, titulado “subversión en el ámbito educativo” cuya 76 paginas estaban acorde con la doctrina de la seguridad Argentina. El folleto llevaba la firma del ministro Catalán y sostenía que ya es hora de incorporar en la educación y la cultura conceptos tales como “guerra, enemigo, subversión e infiltración. Donde subversión se refiere a la acción reivindicativa de las clases obreras y los ataques a la propiedad. Guerra, conflicto que abarca enfrentamientos entre naciones, pero también abarcó conflictos entre grupos políticos.
El documento explicaba que la subversión trataba de establecer nuevos vínculos pedagógicos y que la acción docente era un campo más propio para su avancé. Por eso debían desplegar la contra insurgencia en la comunidad educativa para detener la agresión total del marxismo.
Las universidades debían ser atendidas por programas contrainsurgentes, ya que en ellas se potencializaba una infiltración marxista y peronista, vinculada con el reformismo universitario.
El documento hablaba de la existencia de docentes que custodiaban nuestra soberanía ideológica como Ottalagano e Ivanissevich.
Catalán era un hombre de régimen pero la jerarquía eclesiástica prefirió colocar en el ministerio a alguien propio y lo reemplazaron por Juan Llerena Amadeo quien declaró que la educación debería defender los valores tradicionales de la patria.
La educación grecorromana, la tradición bíblica y los valores de la moral cristiana eran los ejes sobre los que se educaría un hombre capaz de enfrentar el mundo.
“El decía en esto soy intransigente (…) sin Dios ni moral no hay país posible”.
En otro momento la oligarquía no logro el programa liberal católico
El Estado dictatorial argentino fue altamente intervencionista en el sistema educativo, se pretendía romper el sistema de educación pública, para acelerar la privatización.
Se prohibió la publicación y venta de libros considerados subversivos como es el caso de Pablo Neruda y Maria Elena Walsh.
En la materia formación moral y cívica se explicaba que la cultura Argentina tenía raíces grecorromanas y se enseñaban principios religiosos.
El ataque a las universidades nacionales fue frontal, arancelamientos, cupos, exámenes de ingreso altamente selectivo, así como el proyecto de eliminación de las universidades del interior, que comenzó con el cierre de la de Luján, constituye las medidas administrativas mas importantes.
Llerena Amadeo fue el precursor del neoconservadurismo o neoliberalismo. El trató a la educación como un criterio costo-beneficio y una versión oscurantista de la doctrina.
En síntesis la dictadura militar coincidió en algunas líneas básicas de la educación y estimulo la iniciativa privada y se llegaría después a un fuerte monopolio ideológico político estatal.
El gobierno militar no pudo articular en forma estable la hipótesis de la guerra total contra la subversión.
El broche final sobre la destrucción de la cultura argentina fue en la presidencia de Leopoldo Galtieri en la guerra de las Malvinas: como un bumerang la derrota revirtió sobre el ya deteriorado sentimiento nacionalista de la sociedad.
Durante la siguiente década en el conjunto de la educación argentina, desde los hogares hasta las universidades, estaban ya afectados los procesos de transmisión cultural.

Se levantan algunas voces.

Surgen protestas en contra del gobierno militar, la más significativa fue la de los periódicos “La Nación” y “La Prensa” que protestaban por los excesos de la política de privatización, que chocaban con el liberalismo oligárquico tradicional de esos medios.
En el marco de la represión y de las alianzas de los militares con la jerarquía eclesiásticas, unos pocos obispos denunciaban que la represión se había apartado de la doctrina social de la Iglesia.
En el congreso nacional de padres de familia de 1978 el presidente Jorge R Videla y monseñor Antonio Plaza coincidían en el papel trascendente que le cabía a la Iglesia en materia de educación y alentaban la subsidiariedad del Estado y el incremento de la educación privada. Poco tiempo después Monseñor Antonio Zaspe denunciaba la decadencia del sistema educativo argentino, su falta de unidad, su incoherencia y los efectos negativos de la política oficial sobre los sectores populares y la clase media.

JAVIER TAILLANT




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